5 errores comunes que le cuestan caro a tu marca y negocio.
En más de 16 años trabajando en comunicación, diseño y marketing he tenido la suerte de moverme entre distintos rubros y fases del negocio. Y aunque estos tres mundos parecen lo mismo, en realidad son músculos distintos que juntos sostienen una marca.
Algo que me marcó fue descubrir, hace más de una década, cómo Jamie Oliver llevaba su marca. Tenía uno de los brand guidelines más completos que he visto: no solo decía qué colores usar o cómo se veía su logo, sino que planteaba una visión clara de lo que representaba como figura pública. Esa experiencia me abrió la puerta para trabajar no solo con marcas comerciales e institucionales, sino también con la proyección personal de líderes y CEOs en contextos internacionales. Y ahí aprendí algo clave: una marca sólida nunca se improvisa.
Error 1: No tener claras las Brand Guidelines
Cuando una marca no tiene brand guidelines claras, se vuelve terreno libre: cada empleado, proveedor o diseñador interpreta “a su manera” lo que cree que es correcto. El resultado es inconsistencia, confusión y una imagen poco profesional.
Las marcas internacionales entienden esto muy bien: no importa si cambian de equipo, de época o de dueño; el corazón de la marca permanece intacto porque existe un documento que lo protege. Un brand guideline no es solo colores y logos; es el big ideal que sostiene la marca, la triangulación entre valores y necesidades que cubre, el brand ladder que explica cómo se eleva de lo funcional a lo aspiracional, y hasta el espacio que ocupa en el mapa cultural de consumo.
Y los datos lo respaldan: según Demand Metric y Lucidpress, las marcas que se presentan de manera consistente generan hasta 23 % más de ingresos que las que no lo hacen. Sin embargo, aunque 95 % de las empresas dicen tener guidelines, solo 25 % logra que realmente se apliquen de forma constante.
Por eso no hay que tomarse esto a la ligera: unas buenas brand guidelines no son un lujo, son el manual de supervivencia de tu marca. No es un manual bonito que se deja olvidado en el departamento de marketing.
Error 2: Improvisar en vez de planificar
Tuve la oportunidad de trabajar con una marca que tenía un presupuesto de ensueño: más de US$1,000 diarios solo para una red social. Para muchos sería el sueño… pero descubrí que un gran presupuesto no asegura una gran estrategia.
Teníamos reuniones directas con Meta, Pinterest, Google y cada dos semanas un agente nos mostraba lo nuevo. Contábamos con herramientas que rastreaban el comportamiento del consumidor por rubro y país: un mapeo completísimo. Y aun así, se improvisaba demasiado. Se seguían tendencias, se reaccionaba a lo que estaba de moda, pero había poco espacio para planificar de verdad.
El problema es que seguir tendencias no garantiza retorno de inversión. De hecho, un estudio de Sprout Social encontró que aunque el 93 % de los consumidores cree que es importante que una marca entienda la cultura online, un tercio piensa que subirse a cada viral puede ser incluso vergonzoso. El consumidor detecta cuándo lo haces porque “toca” y no porque tenga sentido con tu identidad.
Planificar significa tener objetivos claros, entender al cliente, medir resultados y diseñar acciones que construyan reputación a largo plazo. Improvisar, en cambio, es vivir al día, reaccionando al algoritmo y al meme más reciente. Lo primero genera confianza; lo segundo, desgaste.
Error 3: Pensar que lo digital es todo
Uno de los errores más comunes que veo es creer que “hacer marketing” es igual a “tener redes sociales activas”. Y no. El digital es una herramienta poderosa, pero no es la estrategia completa. Cuando todo el enfoque está en el like, el follower o el boost, la marca se queda coja: no hay CRM para dar seguimiento, no hay perfiles de cliente definidos, no existen estrategias de venta ni de fidelización. Lo digital se vuelve una vitrina bonita… pero vacía.
Las marcas grandes entienden que cada post forma parte de un ecosistema mayor: campañas integradas, bases de datos, servicio al cliente, ventas, relaciones públicas, activaciones offline, cultura interna. Todo suma.
El consumidor se da cuenta cuando detrás de un feed ordenado no hay estructura, y eso se traduce en frustración: mensajes que no contestan, promociones que no llegan, experiencias que no se cumplen. Lo digital es solo la punta del iceberg. Si no hay estrategia detrás, tarde o temprano la vitrina se rompe.
Los datos lo confirman: el 73 % de los consumidores prefiere comprar usando más de un canal. Es decir, limitar tu estrategia a lo digital no solo te resta alcance, sino que también te deja fuera de oportunidades reales de venta.
Así que si lo único que le preguntas a tu equipo es:
¿Con cuánto $ de boost voy a vender?
¿Con cuántos posts o historias voy a vender?
…es momento de revisar tus KPI’s.
Porque lo digital sin estructura es como un like sin sabor: se siente, pero no se vende.
Error 4: No tener dirección de arte
Una marca sin dirección de arte es como un closet sin estilo: puedes tener mil prendas, pero ninguna cuenta una historia. Lo mismo pasa cuando solo se siguen trends visuales sin un criterio claro: hoy minimalista, mañana maximalista, pasado kawaii. El resultado es confuso y desgasta la marca.
La dirección de arte no es solo “diseñar bonito”: es tener un ojo que unifica la estética, el mensaje y la experiencia. Es definir cómo se ve y se siente la marca en cada punto de contacto, desde la foto de producto hasta un reel de TikTok, desde un brochure hasta un empaque.
Se debe aprender que nada está puesto al azar. La paleta no cambia porque alguien “anda creativo” ni se usan 10 estilos distintos según el humor del día. Todo responde a una estrategia visual coherente.
¿Y por qué importa tanto? Porque la percepción visual de una marca se construye en segundos. Estudios muestran que el 94 % de la primera impresión que un cliente tiene de una empresa está vinculada al diseño visual. Y cuando no hay dirección de arte, lo que debería generar confianza genera dudas.
Al final, una marca sin dirección de arte termina disfrazándose todos los días de alguien diferente. Y el consumidor, que es más listo de lo que creemos, nota la incoherencia.
Lo he visto en carne propia. Años atrás trabajé en un par de marcas por varios años. Les puse todo el cariño para que crecieran, cuidando cada detalle visual para que se proyectaran como lo que eran: productos premium dentro de un mercado local competitivo.
El día que me fui, pasó lo que suele pasar cuando no hay un profesional con experiencia detrás: en vez de evolucionar, la marca se desplomó. El contenido que habíamos creado se recicló hasta el cansancio y, en lugar de mantener la línea estética que construía valor, lo bajaron de nivel. Lo que antes se veía aspiracional y cuidado terminó viéndose barato, popular y con pésimo gusto.
Y ahí está la diferencia: cuando la dirección de arte no se toma en cuenta, la marca se queda desnuda.
Error 5: Invertir solo en el corto plazo
En marketing, lo veo una y otra vez: gente que pone dinero en un boost de redes sociales, obtiene likes, algún que otro comentario… y cree que eso es suficiente. Pero invertir a lo loco, sin pensar en la reputación y en la construcción a largo plazo, es como poner curitas en lugar de cuidar la salud.
Las marcas que realmente crecen entienden que money makes money, pero no de cualquier forma. La inversión inteligente se centra en estrategia, reputación y confianza. Porque un boost puede darte visibilidad por un rato, la percepción de tu marca es lo que decide si la gente se queda contigo o se va con la competencia.
Los datos son claros: según Nielsen, el long-term brand building explica el 60 % del crecimiento de una marca, mientras que las tácticas de corto plazo (ventas inmediatas, activaciones rápidas) solo aportan el 40 %. La fórmula es equilibrio, pero el largo plazo siempre pesa más.
El error más caro es gastar sin visión: likes no son ventas, alcance no es reputación y un boost no construye legado. Al final, la pregunta no es cuánto cuesta invertir en tu marca hoy… sino cuánto te costará no hacerlo mañana.
Después de todos estos años, si algo he aprendido es que una marca no se improvisa. Se construye. Y lo que se construye con estrategia, coherencia y cuidado permanece, incluso cuando cambian las personas, los equipos o las modas.
Los cinco errores que compartí aquí no son teoría: los he visto en marcas grandes, pequeñas, personales y corporativas. Y aunque a veces lo barato, lo rápido o lo improvisado parece la salida más fácil, en realidad termina siendo lo más caro.
Al final, la marca no es solo un logo ni un feed: es tu reputación, tu carta de presentación y la manera en que el mundo decide confiar (o no) en ti. Y esa confianza no se compra con un boost. Se gana con estrategia, consistencia y visión a largo plazo.
La pregunta que toda marca debería hacerse es simple: ¿quiero likes hoy o valor mañana?