Nadie llega tarde a su propia historia

Una vez escuché a alguien decir que liderar era como llegar primero a la cima. Subir más rápido, ser más fuerte, ganar. Y la verdad —dicho sin eufemismos— eso es una mentira enorme.

Si alguna vez tuviste un jefe que te cambió la vida (o si todavía no tuviste esa suerte), sabes que liderar no tiene nada que ver con carreras.
Liderar es construir. Primero contigo mismo. Y después, con otros.

Hay una cosa que nunca me contaron cuando empecé a trabajar: que el autoconocimiento tarda. Que la experiencia es la suma de las veces que nos equivocamos (incluso con el dinero, marcas, presupuestos u objetivos ajenos) Que la vida, la buena vida, se cocina lento. Y la excelencia se logra con experiencia y tiempo.

Pero acá, en Latinoamérica, parece que nacemos corriendo. Corriendo para escoger una carrera, para graduarnos. Corriendo para casarnos. Corriendo para tener éxito antes de los 30, como si la vida después fuera un bonus track.

Y si te detenés a pensar, ese apuro es puro invento. Nadie llega tarde a su propia historia.

Cada uno escala su montaña a su ritmo. Y el verdadero error es mirar al de al lado como si estuvieras en una pista de atletismo.

Te voy a contar una cosa que sí aprendí: liderar también es pedir ayuda.

Nadie te enseña a ser jefe. Nadie te baja un manual de instrucciones diciendo: “Mirá, así se cambia una vida.” (Aunque debo confesar que el curso de Daniel Granatta es muy aterrizado, real y te abre la mente).

Lo que hay son momentos sueltos, personas sueltas, casualidades sueltas. Un jefe que te escucha un lunes cualquiera. Una compañera que te dice que cree en vos justo cuando pensabas rendirte. Un líder que está presente, que no humilla, que no se esconde, que te da la cara en momentos difíciles y es competente en lo que hace.

Eso hay que mirarlo bien. Hay que pedirle prestado el secreto. Hay que aprender descaradamente.

Después, cada uno arma su lista de no negociables:

  • Qué tipo de cultura querés construir.

  • Cómo querés tratar a los demás.

  • Qué cosas ya no estás dispuesto a tolerar.

¿Querés que te diga otra cosa que no te cuentan? Que trabajar desde el miedo, la urgencia o la culpa te rompe por dentro.
Que podés sostenerlo un mes. Dos. Siete años, si sos terco. Pero eventualmente, te caés. (y terminas en terapia o el psiquiatra aprendiendo a poner límites) No existe liderazgo si estás emocionalmente quemado. No existe creatividad si estás atrapado en modo supervivencia.

A veces, ser líder es tener el coraje de decir: "Hoy no puedo más. Hoy tengo que parar." No porque seas débil. Sino porque sabés que para construir algo de verdad, necesitás estar entero.

Así que no, no es cuestión de llegar primero. (Te lo dice alguien que ha llegado primero a casi todo en la vida) Ni de llegar perfecto. Ni de ser el jefe que todos imitan. Es cuestión de encender tu propio fuego —aunque sea chiquito—y después, si podés, compartirlo.

Y si un día se apaga (porque se va a apagar), acordate que también se vale pedir que te pasen una chispa. Total, de eso se trata: de construir, juntos, aunque a veces se nos caiga el mapa.

Y si hoy estás fundido… no te sientas culpable

La culpa es una trampa. Especialmente en culturas donde parece que descansar es un lujo y no un derecho. Si hoy estás en burnout, si ya ni tu voz interna te habla bonito, si te cuesta hasta abrir el correo…no necesitas más presión. Necesitas un respiro.

  1. No sos menos profesional por parar.

  2. No sos menos líder por apagar el motor.

  3. Lo que sí sería grave… es que te acostumbres a vivir agotado y lo tomes como normal.

Así que acá van unos tips para que la culpa no te gane —y para que no caigas otra vez en el pozo sin darte cuenta:

1. No estás para demostrar que merecés el trabajo que ya tenés

En serio, ya te lo dieron. Tu valor no depende de quedarte hasta tarde o contestar correos a las 10 p.m. Cumplir con tu rol no debería requerir autoexplotarte o llevar cargas emocionales que no te corresponden. ¿Sabías que superar un mal trabajo puede tomar más tiempo que superar a tu ex? Sí, leíste bien. Según estudios, superar una ruptura amorosa puede llevar entre seis meses y dos años, dependiendo de la intensidad de la relación y otros factores

Ahora, se ha investigado que sanar el desgaste emocional de un trabajo tóxico puede durar alrededor de 36 meses (3 años) , porque era donde pasabas la mayor parte de tus días sintiéndote infravalorado o agotado. Es razonable pensar que el proceso puede ser igual o incluso más prolongado que una ruptura amorosa.

2. Parar también es parte del proceso

El cuerpo y la mente no son máquinas. A veces el descanso es la parte que hace falta para que la idea llegue, para que la claridad vuelva, para que puedas tomar una buena decisión. Aprende a desconectar del trabajo fuera del horario laboral. Tu tiempo personal es valioso y necesario para recargar energías.

3. Identificá tu “zona de supervivencia”

¿Te estás volviendo más reactivo? ¿Dormís mal? ¿Todo te irrita? Esas son alarmas. No esperes al burnout total para hacer ajustes. Detectá antes. Fijate los síntomas.

4. Tené un método

Cuando estás quemado, no podés depender de "inspiración". Necesitás rutinas sanas, espacios seguros, claridad de propósito y herramientas reales. Un sistema que funcione incluso en tus días grises.

5. Hablá (con vos y con alguien más)

No es cliché: el burnout se alivia cuando se nombra. Decir “no puedo más” puede ser el principio de una gran recuperación. No estás solo, aunque a veces lo parezca. Así que si hoy estás apagado… no te culpes. Date el permiso de parar. Y cuando estés listo, volvé. Más ligero, más claro, más vos.

Vivimos con un reloj invisible pegado a la espalda. Uno que te dice que ya deberías haber llegado. Que a los 25 tenías que estar hecho.
Que a los 30 ya tendrías que tener éxito. Y que si a los 35 todavía te estás preguntando qué querés hacer con tu vida… vas tarde. Mentira.

Nadie llega tarde a su propia historia. Porque la historia es tuya. Y el camino también.

Lo que pasa es que nos vendieron la idea de que todo tiene que ser rápido, constante, eficiente. Que si no estás produciendo, rindiendo, creciendo… estás fracasando. Y ahí vamos, apurados, ahogados, culpables. Sintiendo que descansar es pereza, que pedir ayuda es debilidad, que frenar es fallar.

Pero te digo esto con total certeza: No se trata de correr. Se trata de sostener. De construir algo tuyo, a tu tiempo, desde donde estás. ¿Querés ser líder? Primero sé fiel a tu paso. ¿Querés inspirar? Aprendé a respirar. ¿Querés llegar lejos? No te quemes por querer llegar primero.

Porque lo único que de verdad llega "tarde"… es aquello que nunca te diste permiso de empezar.

Next
Next

El fuego que compartimos